Viaje a China 2007

Llegamos al Aeropuerto de Shanghai el 27 de julio.  Bajar del avión que derrochaba aire acondicionado y entrar en la sauna que es China en verano fue la primera impresión, para algunos ya conocida y para otros novedosa.  Pero curiosamente pronto te olvidas de ello.

Nos recibió Fu Qing Quan, como siempre tan vivo y atento, organizando los traslados al hotel y como siempre, también, acompañado por colaboradores que intentan ser anónimos y casi siempre consiguen serlo.  Nos acompañaron al hotel el chófer de la furgoneta, un alumno de James y la traductora.

Por el camino, no cesaban de señalarnos los lugares por dónde pasábamos, el gran río Huang Pu, la Perla de Oriente, esa torre con aire de mezquita del siglo XXII, las nuevas construcciones que aspiran a ser las más altas del mundo… y llegamos al hotel, situado en el malecón del río en pleno centro de Shanghai.

Después de instalarnos y descansar brevemente nos dirigimos a un restaurante cercano para celebrar el 36 cumpleaños de Fu Qing Quan  y su 30 aniversario desde que su abuelo Fu Zhong Wen y su padre Fu Sheng Yuan, empezaron a enseñarle el taiji de la familia. Allí se encontraban asistentes venidos de Hong Kong, Yong Nian y de otras provincias de China, más otros venidos de India, Australia, Malasia, Portugal y España. Alumnos y amigos de la familia para homenajear y acompañar a esa gran persona que es Qing Quan. Unos tras otros salieron para practicar la forma de 28, hacer trucos de magia, hablar en su honor, entregarle regalos, hombres y mujeres de todas edades demostrando el gran cariño que tienen por esta familia.

A la mañana siguiente comenzamos nuestro entrenamiento con Fu Sheng Yuan y Fu Qing Quan, empezando así el curso que duraría ocho días al tiempo que sucedía nuestro paso por distintas ciudades.

Por la tarde realizábamos visitas por Shanghai, la ciudad que organizará la Exposición mundial de 2010. Compras, fotos, paseos, y por la noche, los que todavía tenían algo de fuelle, subían al bar de la azotea del hotel al aire libre, desde el que hay una vista impresionante de toda la ciudad, iluminada al estilo chino. Una mañana visitamos la fábrica de licor de arroz más grande del mundo, invitados por su propietario, también alumno de la familia.

Dejando atrás Sanghai, Fu Qing Quan nos llevó a su Escuela, un lugar agradable y tranquilo, donde fuimos recibidos con té y frutas. Desde allí continuamos nuestro viaje hacia Hangzhou, una ciudad apacible asentada alrededor de un enorme lago, repleta de vegetación, situada a los pies de las montañas donde se cultiva té verde, uno de los más apreciados del mundo. Nos alojamos en un hotelito con mucho encanto rodeado de naturaleza.

Entrenamientos por la mañana, comidas con espectáculo de virtuosismo en la manufactura de fideos, y visitas turísticas cercanas nos hicieron pasar una agradable estancia en esta ciudad, de la que saboreamos el West Lake, la cruz de Xihu y los masajes chinos, casi el paraíso.

Antes de irnos no podía faltar una visita a una plantación de té que la familia Mei posee desde hace siglos en las afueras de la ciudad. Allí nos hablaron sobre su historia, cultivo, proceso, forma de tomarlo y, por supuesto, nos invitaron a degustarlo. Es el long jin cha (té del pozo del dragón), recogido con la primera lluvia de primavera, secado a mano en unos cuencos de bronce, orgánico, con un aroma muy diferente al té verde que conocemos y un sabor peculiar.

En la última práctica a orillas del lago nos acompañaron un grupo de personas que practican a diario las formas tradicionales que aprendieron con Fu Zhong Wen. No conocían a Master Fu ni a Fu Qing, y la alegría que demostraron por este encuentro inundó nuestros corazones de alegría.

Nuestro próximo destino era Yinchuan, al Norte, cercano a la Mongolia interior.  De allí a Shizuishan, que éste año era la sede del Segundo Campeonato Internacional de Artes Marciales.  En la ciudad se vivía un ambiente cordial. Había participantes de muchos lugares de China y del resto del mundo, y toda la población se había volcado para celebrar este evento.

En la tarde del día siguiente a nuestra llegada se celebró la ceremonia de apertura, en la cual participamos al lado de Master Fu y Qing Quan. Allí estaban otros maestros como Chen Zhenglei y Men Huifeng. A la mañana siguiente asistimos a un gran desfile a orillas de un lago, donde miles y miles de personas participaban y otras miles miraban. El despliegue de medios resultaba inimaginable para nuestros ojos occidentales, acostumbrados a poco bombo y platillo cuando se trata de un acto de artes marciales.

Comenzó el Campeonato que duraría tres días, y en el que se participaba en las diversas modalidades de Wu Shu, con tres tatamis diferenciados, uno para taiji, otro para wushu, y otro para sanda.

Practicar delante de miles de personas con un jurado frente a ti y cuatro árbitros rodeando el tatami, no es lo mismo que hacerlo en tu parque favorito. Pero, una vez dentro, no ves a nadie e intentas disfrutar de ese momento de la mejor manera posible y con calma.

Una bonita experiencia, aderezada con la alegría de varios participantes españoles que consiguieron diplomas y primeros puestos en las modalidades de wushu y taijiquan tradicional, además de conseguir un cuarto puesto en taijiquan por equipos para España y un quinto para Portugal. Hermanos, vecinos y un poco rivales, con gran cordialidad y todo gracias a este noble y respetado arte que nos une.

Después de tanto esfuerzo y relajados por el trabajo hecho, nos fuimos a visitar las tumbas Ming, algún que otro templo y la ciudad del cine, una especie de hollywood almeriense pero a lo oriental.

Al día siguiente, y de paso hacia nuestro próximo destino nos acercamos a ver el inmenso Río Amarillo. Ya en las últimas horas de la tarde, expectantes cruzamos un enorme lago en barco pasando entre grandes islotes de juncos con aves lacustres realizando pequeños vuelos, para llegar a las estribaciones del desierto mongol.

Allí nos encontramos un poblado típico con tiendas de piel sobre armazones de madera. Aquella noche compartimos nuestro sueño y vigilia tras una cena seguida de bailes alrededor de una hoguera, unidos por las manos una variada representación de participantes del campeonato. Para apurar la noche nos agasajamos con un magnífico cordero y una queimada de licores poco habituales en Galicia, que nuestro brujo Sr. Gago se encargó de airear y aplacar.

Después de disfrutar de este peculiar lugar nos fuimos a Beijing. La ciudad se prepara para albergar los juegos olímpicos del 2008 y en relojes colocados en la plaza de Tianamen nos recuerdan que quedan 365 días para su comienzo. Seguimos practicando, yendo de compras, visitando sitios irrenunciables de la ciudad y, en la última noche de nuestro viaje, al final de la cena recibimos los diplomas del curso y comprendemos que se acaba otra experiencia especial.

En estos días se ha creado un vínculo de unión entre todos nosotros, y gracias al esfuerzo de muchas personas todo ha salido bien, nos llevamos un agradable recuerdo, nuevos amigos, una amplia sonrisa, y ganas de repetir otro año.