Motivaciones en la Práctica del Tai Chi

LAS MOTIVACIONES EN LA PRÁCTICA DEL TAI CHI

Cuando llevas unos años impartiendo clases vas percibiendo cómo las motivaciones de las personas que se acercan a la práctica del Tai Chi pueden ser muy variadas.

Las circunstancias personales suelen ser muy determinantes. Muchas personas saben que tiene que hacer algo por mejorar su forma física, además de prestar cierta atención al aspecto mental. El deterioro físico es palpable a ciertas edades cuando no se ha prestado la suficiente importancia al cuerpo que sólo es utilizado como un instrumento que nos traslada de un lado a otro. La dejadez invade nuestras vidas sobre todo cuando ya tenemos una cierta estabilidad económica desembocando en una vida sedentaria. En casos extremos puede reducirse a una inquietante dinámica de desplazamiento del trabajo a casa (con medios mecánicos y atascos incluidos).

El trabajo, el llevar a nuestros hijos a las actividades extraescolares, el tumbarse en el sofá después de cenar y quedarnos dormidos viendo la TV, el utilizar las cortas vacaciones para hacer viajes relámpagos que nos dejan exhaustos,… Todo ello hace que nuestra vida entre en una dinámica de monotonía que cada vez nos vacía más y más, y nos hace perder el equilibrio interior, que nunca deberíamos dejar de cultivar.

Quizá alguna que otra vez incluso sobrepasemos nuestras propias limitaciones haciendo un sobre esfuerzo al que no estamos acostumbrados (p.e. un partido de squash, sin ningún tipo de preparación física previa). Los efectos posteriores nos hacen caer en la cuenta de que la situación ha cambiado, que los años pasan y que nuestra forma física está bajo mínimos.

Pero una de las razones para no ocuparse de uno mismo es la falta de tiempo. En el tipo de sociedad en la que vivimos el ritmo de vida que se nos impone nos impide tener momentos para nosotros mismos. El día sólo tiene 24 horas y nuestras prioridades no nos dejan tiempo para hacer aquello que intuimos que necesitamos.

A veces nuestro cuerpo o nuestra mente nos pueden lanzar una llamada de atención que nos hace replantearnos nuestras prioridades. Es el momento de buscar alguna actividad que siendo gratificante nos permita enfocar mejor nuestra energía y conocernos mejor a nosotros mismos. El hombre occidental vive sobre todo hacia fuera, hacia el mundo exterior, lo material, lo tangible. Por ello dejamos de lado lo interno, nuestro ser interior. Hasta que la situación puede llegar a ser insostenible y tenemos que pararnos a analizar lo que nos está sucediendo.

Como existe una clara correspondencia entre cuerpo y mente («mens sana in corpore sano» decían ya los romanos) percibimos que los avisos ya son concluyentes: ya ha llegado el momento de dedicarnos tiempo a nosotros mismos.

Es entonces cuando comenzamos una búsqueda y encontramos un centro donde se enseña Tai Chi. Lo probamos, nos agrada y comenzamos su práctica.

Cuando comienzo las clases con un nuevo grupo suelo pasarles una breve encuesta donde entre otras cosas les pregunto si tienen o han tenido alguna dolencia o lesión de importancia.También indago sobre sus expectativas ante la práctica del Tai Chi. Las respuestas pueden ser muy variadas, pero se suele coincidir bastante en ciertos aspectos: suele haber algún amigo o conocido que les ha hablado favorablemente de esta actividad o hay una cierta curiosidad por descubrir directamente algo de lo que cada vez se oye hablar más.

Unos lo hacen por encontrar un ambiente agradable entre personas sanas y con inquietudes, por lo que conlleva de ampliación de nuestras relaciones sociales.
Otros buscan una manera de hacer algún tipo de gimnasia que no sea demasiado agresiva y que les permita disfrutar sin quedar exhaustos y agotados.

Algunas personas han caído en la rutina de las pastillas para controlar su ansiedad, su insomnio, etc. Hasta que dicen «¡basta! Voy a intentar otro camino».

Otros descubren por algún amigo que existe algo llamado Tai Chi que se practica lentamente y que equilibra cuerpo, mente y espíritu.
Hay algunos que han visto imágenes por TV o en alguna película y han pensado «no parece demasiado difícil, yo puedo hacerlo».

Puede ser que se busque directamente una forma de equilibrar la mente y el cuerpo. Se puede tener una trayectoria de acercamiento progresivo donde se ha investigado, sobre todo leyendo y quizás practicando diversas disciplinas.

Pocos lo hacen buscando la vertiente marcial. Los que ya llevamos unos años practicando sabemos que aquel que no conoce mínimamente las aplicaciones de los movimientos que realizamos no hace otra cosa que mover los brazos en el aire con mayor o menor soltura. Para entender el movimiento es necesario conocer su utilización práctica o marcial.

Dentro de una misma clase -como vemos- podemos encontrar muchos intereses que pese a ser tan dispares confluyen en una búsqueda para volver a centrar la atención sobre nosotros mismos, hay que redescubrir el cuerpo, volver a habitarlo. Se ha comprendido la necesidad de dedicarnos tiempo a diario para conseguir ese equilibrio que tanto anhelamos.

Fernando Llorente